lunes, 8 de marzo de 2010

Análisis Historiográfico: Jules Michelet, El Pueblo.

Jules Michelet nació en París en 1798 y murió en Hyères en 1874. Como el menciona en el libro que analizaremos, nació en una familia que se dedicaba a la imprenta y que tenía orígenes campesinos. Sus padres lograron, con esfuerzos otorgarle una educación, y el decidió que quería ganarse la vida con la enseñanza; poco después de comenzar a dar clases se casó por primera vez.

El Pueblo es una obra en la que se describe la situación del pueblo francés y se plantea una solución casi religiosa para que ese pueblo, favorecido por Dios a través de la Historia, encuentre el bienestar de todos sus individuos. La obra se divide en tres partes: De la Servidumbre y del Odio, De la Emancipación por el Amor La Naturaleza y De la Emancipación por el Amor La Patria.
Ahora, según el escritor, esa descripción del pueblo, de la realidad de éste, sólo puede ser elaborada por alguien que conozca el pueblo profundamente a través de la convivencia cotidiana con aquel; aquí entonces radica la autoridad de Michelet, pues gracias a sus orígenes, su conocimiento del pasado, de la historia, y de su formación de historiador que le permite utilizar correctamente ese conocimiento para observar con profundidad lo que otros no pueden. No como las obras en que intelectuales y artistas franceses han retratado a este pueblo, puesto que únicamente han abordado las partes pintorescas y bizarras, porque no están en condiciones de retratar la realidad ya que el pueblo les es ajeno. A diferencia de estos pensadores y hombres de arte, Jules Michelet es un producto del pueblo, como declara: “yo, que salí de él, que he vivido en él, que he trabajado y sufrido con él […] me propongo exponer aquí su verdadera personalidad” . En repetidas ocasiones se aprecia que, en su consideración, la verdad es posible a través del conocimiento empírico; por esa razón, en su discurso sobre la educación propone que la convivencia de jóvenes de distintos estratos sociales para que de esta forma se comprenda la realidad cotidiana del distinto. Como se mencionó antes, es su posición de historiador el otro factor de peso que legitima su obra: desde su perspectiva de historiador es capaz de entender cosas que el pueblo no entiende de si mismo: “Porque estaba en condiciones de rastrearla desde sus orígenes históricos y de contemplarla desde los tiempos más remotos. Quien se limite al examen del presente, a lo actual, nunca lo comprenderá”.
Pero su visión del acontecer histórico es bastante peculiar. Hacia el final de libro aparece una propuesta que es una suerte de utopía político-religiosa nacionalista con semejanza a la tradición judeo-cristiana. En un principio, el hombre nace inocente e instintivo, después comenzó a acumular conocimiento con lo que perdió los dones que la inocencia otorga, esto no quiere decir que vea con malos ojos el saber, el problema que encuentra es que este conocimiento es insuficiente, por eso, los humanos perdieron la inocencia sin alcanzar a salir de la ignorancia (en su consideración, el aprendizaje truncado es una tragedia: le abre los ojos al hombre para percibir el dolor y el sufrimiento pero no le alcanza para divisar las razones que causan su miseria). La ignorancia trajo consigo al odio, mal del mundo, que separó a los humanos, convirtiéndolos en solitarios, en seres incapaces de amar. Debido al odio, que impide la asociación amorosa del hombre, nuestra especie se dirigió hacia una búsqueda siempre infructuosa de la satisfacción egoísta. Nuestros congéneres perdieron el amor hacia las cosas naturales y hacia los de su propia raza, odiándolos por serles desconocidos. La máquina, infrenable, impasible, carente de sentimientos, es la más terrible demostración de tal odio. La máquina, él no niega en ningún momento los progresos y las ventajas que otorga, ha hecho accesible al grueso de la población lujos inimaginables en épocas anteriores, sin embargo, el proceso de producción en el cual no se emplea el amor por el trabajo, donde los obreros callan, donde el espíritu y la humanidad son reprimidos, aleja a los hombres cada día más a pesar de lo pegados que se encuentran en los talleres. Ahora, Francia, que es heredera de la historia de judíos, griegos y romanos es la única nación que puede dirigir al globo hacia la victoria sobre al ignorancia. Es por medio de la educación como se logrará esto. Primero, cultivando un amor hacia la Madre Tierra y a la Patria; después entregando conocimiento a los jóvenes, conocimientos empíricos que se obtienen por medio de la vivencia cotidiana al lado del diferente, así los distintos estratos sociales superarán ese odio producido por la ceguera del ignorante. Francia se convierte en una religión que, con el amor como vehículo, tiene como meta una sociedad que supere el egoísmo y encuentre la felicidad en la superación colectiva. Por lo tanto, la historia comienza en el punto donde Dios suelta a sus creaciones, avanza atravesando el sufrimiento egoísta y puede culminar en el retorno a la salud moral.
Siendo su concepción de tono religioso, la moral ocupa un lugar primordial dentro de su discurso y su historia está plagada de menciones moralistas. El bienestar del hombre nace en el desarrollo espiritual: en el amor. Lamentablemente, el amor ha quedado en el olvido para la mayoría; por el cristianismo se aprendió a despreciar a la madre naturaleza y las demás creaciones vivientes que habitan en el mundo; la búsqueda de riqueza del burgués hasta el campesino, dejó en el olvido el amor fraternal; junto con las nuevas ideas de igualdad de los hombres, se olvidó que somos desiguales por una razón: para ayudarnos, para mostrar al otro de lo que carece, para no envidiar del otro lo que no poseemos. A pesar de sus carencias, los pobres son los que tienen una moralidad más íntegra, menciona que por observación ha notado que los obreros tiene más desarrollado el impulso auxiliador y los campesinos hacen sus tareas con amor a la tierra que, en muchos casos, es lo único que tienen, a diferencia de los comerciantes y burgueses que no encuentran cariño por sus labores; la tentación de terminar sentenciando que la pobreza es pura felicidad, pues la riqueza del alma es lo mejor que se puede desear, es grande, sin embargo, no lo hace: el humano tiene la necesidad de poseer, su moralidad limpísima no hace menos reprobable la situación material en la que sobreviven. Me parece increíble la vigencia de su análisis sobre esta sociedad cada día más maquinizada; sobre problemas de las grandes ciudades, de la pérdida de la naturaleza humana, del olvido del desarrollo espiritual humano; son reflexiones sobre problemas que recién comenzaban y que sorprendentemente nos siguen acosando pero a escala mayor.
En la obra que discutimos, no existe una línea de sucesos ordenada cronológicamente. Cada que nos platica acerca de la situación de una parte de la sociedad comienza por su estado actual; a continuación, salta en el tiempo buscando orígenes históricos aquí y allá, para entender, gracias al pasado, como se ha llegado al punto actual, sin embargo, estas referencias históricas no son abundantes ni extensas. Como ejemplo la caracterización de los campesinos y de los obreros, por parecerme los mejor logrados, donde en escasas y ralas ocasiones nos narra sucesos históricos, en lo que ocupa mas espacio y tiempo es en describir su situación actual, y con el pasado justifica, entiende, legitima o desaprueba tal situación. Al estar ausentes grandes personajes, como podrían ser reyes, militares, dirigentes, Michelet hace hablar y retrata su historia desde el hogar, con personajes anónimos que otorgan voz y dan la cara por miles o millones de personas de su clase. Se trata en cierta forma de una historia de la vida cotidiana. En todo momento, Michelet se apasiona con su relato; cuenta pasajes de su vida, sueños que ha tenido, cede testimonios de personas que sólo el conoce, como herramientas para acercar al lector y conmoverlo, pero no es tendencioso, se nota su sinceridad. Cada expresión de asombro, cada maldición no está de mas, porque si no las incluyera estaría reprimiendo su voluntad de hacer entender a sus congéneres. La lectura, con la condimentación otorgada por tales herramientas, se convierte en ligera y apasionante. En ningún momento se tiene la idea del historiador como un agente neutral, ajeno a los acontecimientos, se le imagina como a un orador improvisando su discurso, si bien lo que dice es producto de una meditación de años, que no cae regularmente en el sentimentalismo (desgraciadamente creo que a veces sucede pero lo excuso debido a las corrientes literarias de la época), que mueve las manos y cuya voz se deprime al relatar lo equivocado que se encuentra el género humano y que se enciende para hablar de su patria, de la gente sencilla, del amor; aun desconociendo la vida personal del escritor, es evidente que refleja sus experiencias en su obra, el aprecio y la caracterización, por ejemplo, que elabora de la amistad surge en las amistades que el tuvo la oportunidad de vivir; pero esto no es extraño, el mismo Michelet tiene a la experiencia como la manera de la cual se puede extraer el verdadero conocimiento.
Michelet es un gran historiador y esta es una prueba, donde otros podrían haber elaborado una aburrida obra historiográfica, él hace un libro que conmueve, que describe sucesos de la vida cotidiana que no sucedieron nunca pero que es por eso mismo que suceden en todas partes, que quiere sacudir al lector de su letargo y acercarlo a Francia, la tierra de la Reolución.

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